En el artículo de hoy ponemos el foco el café desde una perspectiva general. Se trata de la segunda mercancía más comercializada del mundo precedida por el petróleo. El impacto que una gran producción cafetera puede tener sobre el medioambiente puede ser grande cuando no se toman las correspondientes medidas.

El actual modelo de consumo no es sostenible de ninguna de las maneras. Y es que el consumo de café no deja de crecer y la industria no cesa su producción desmesurada. Vamos a profundizar en tres de los principales problemas medioambientales que provoca una gran producción cafetalera.

La erosión del suelo

El suelo y su calidad son la base de la caficultura. Un suelo cultivable no es fácil de obtener. Y es que para que una parcela de sustrato vuelva a ser cultivable necesita entre 100 y 400 años en función de la climatología y vegetación circundante.

Al tratarse del primer sistema donde vive la planta, es necesario un suelo rico en nutrientes como son nitrógeno, fósforo, calcio y magnesio. Ahora bien, la forma óptima de cuidar el suelo durante la caficultura es encontrando un sistema basado en el equilibrio. Grandes explotaciones caficultoras utilizan fertilizantes, herbicidas  y otros aditivos buscando la mayor productividad posible. Con esto, el suelo pierde su equilibrio natural y las tierras quedan inservibles paulatinamente.

Los pequeños caficultores ponen en práctica algunas técnicas para no devastar el suelo cultivable. Técnicas como el cultivo en laderas, evitando los terrenos llanos y plantar otras plantes autóctonas en los alrededores de  los cafetos pueden ser buenas formas de mantener la salud y calidad del suelo.

La deforestación

Esta práctica generalizada azota grandes zonas forestales de todo el mundo. El método es sencillo: talar, allanar y plantar en zonas fértiles y donde se encuentran zonas densamente pobladas de árboles y otras plantas.

Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales del Brasil (INPE) en 2021, la deforestación alcanzó un pico histórico. Y es que es en este país donde más se está llevando a cabo, concretamente en el Amazonas.

La caficultura extensiva produce severos cambios en los ecosistemas generando un impacto negativo en ecosistemas.

Una gran huella hídrica

Para poner algunos datos sobre la mesa, para producir 140 ml de café, menos de una taza grande, se necesitan 140 litros de agua  (según datos del Water Footprint Network). 

Imagina cuanta agua supone una plantación de 80 hectáreas. No existe manera de mantener a largo plazo megaproducciones, a pesar de ubicarse en lugares con mucha capacidad hídrica.

Otra situación que sucede relacionada con el agua se da a la hora del procesado. En estas plantas donde los granos se procesas se suelen expulsar muchos residuos orgánicos a ríos y alrededores que causan problemas en los distintos ecosistemas.

En resumidas cuentas, no se puede romper los sistemas de equilibrios. Las grandes explotaciones cafetaleras, a menudo destinadas al café comercializado en grandes suerficies o destinado a productos derivados, no se sostienen y causan más daño que beneficio en el planeta.

El café de especialidad reside en en los pequeños productores que buscan ese equilibrio. Quizá, un café de precio más económico en tu supermercado tenga un precio mayor respecto al ecosistema.